Desde hace unos años la sal rosa del Himalaya comienza a extenderse por las cocinas de todo el mundo. En este artículo os explicamos a grandes rasgos su procedencia y sus característica y diferencias frente a la sal común.
La sal rosa del Himalaya, proviene de las mina de sal de Kehwra, en el montañoso norte de Paquistán. Es la segunda mina de sal más grande del mundo y la más antigua que se conoce, datándose su descubrimiento a la ejércitos de Alejandro Magno, aproximadamente en el 320 a.C.
Su apariencia es muy diferente a la sal común. Se presenta en pequeños cristales de color rosáceo que hay que moler para granularla. Su sabor es suave, sútil y presenta una textura un poco crujiente.
La sal que consumimos habitualmente está refinada mediante un proceso artificial y simplemente contiene cloruro de sodio y yodo. La principal diferencia de la sal rosa del Himalaya es que esta no se somete a este proceso de refinamiento y conserva un mayor número de nutrientes y minerales; Contiene, en pequeñas cantidades, sulfato de calcio, potasio, magnesio, hierro, manganeso, yodo, flúor, zinc, cromo, cobalto y cobre. Debido a su composición, se le asocian algunos beneficios para la salud como la prevención de la osteoporosis por su contenido en calcio o la prevención de enfermedades tiroideas al contener yodo natural y no artificial como en el caso de la sal yodada.
No obstante, a grandes rasgos su consumo está más recomendado que el de la sal común por su mayor grado de nutrientes pero no en mayores cantidades. Según la OMS el consumo de cualquier tipo de sal no debe de exceder los 5- 6 gramos diarios.