Si hace 20 años nuestro cuñado nos hubiera invitado a cenar en su casa para deleitarnos con un surtido de conservas, con toda probabilidad le hubiésemos tachado de cutre. Pero hoy en día la cosa ha cambiado mucho. El concepto de lata se ha elevado a otro nivel, de forma que una cita entre amigos con el lateo como protagonista puede convertirse en todo un evento gourmet.
¿Cómo es posible que este ancestral método de conservación de comida se haya convertido en la nueva disciplina foodie por excelencia? Sin duda, algo ha tenido que ver la importante apuesta de ciertas marcas de conservas. Por trabajar solo con materia prima de calidad y con un formato y presentación que consiguen elevar el concepto de lata a la categoría de delicatessen. Nada como un poco de marketing para transmitir lo valioso del contenido de cada una de estas joyas con anilla.
De la necesidad a la veneración
La invención de la lata de conservas fue fruto de una combinación de necesidad y pragmatismo. Si bien ya el hombre de las cavernas se las ingeniaba para preservar los alimentos en buen estado el mayor tiempo posible. Pero no, ellos aún no tenían abrelatas.
Sin embargo, no fue hasta el siglo XVIII cuando nació el concepto de conserva tal y como lo conocemos hoy en día, precisamente de la mano de un cocinero. Fue el francés Nicolas Appert, quien ideó un sistema de esterilización con cierre hermético mediante hervido que permitió alimentar con seguridad a la tripulación de los barcos de la marina gala. Aunque podemos imaginarnos que el contenido de esas latas no podría calificarse precisamente como delicatessen…
Por fin, la evolución de este invento que nos ha sacado alguna vez de apuros en la cocina se materializaba a principios del siglo XIX. Fue cuando el comerciante inglés Peter Durand patentaba la lata como formato ideal para las conservas (algo que ahora parece fácil, pero que a juzgar por la demora, no lo sería tanto).
El concepto de ese primigenio bote de hojalata que antes relacionábamos solo con la urgencia y la practicidad (y con pocas ganas de cocinar) ha evolucionado tanto que ahora bares, bodegas y tabernas con encanto atraen a los foodies más selectos con el reclamo del lateo gourmet. Y es que el simple gesto de abrir una lata nos traslada a través del paladar a cualquier parte de nuestra geografía en un abrir y cerrar de ojos. Sin duda, un sueño de cualquier devoto de la gastronomía.
Los diez mandamientos del ‘lateo’
¿Eres de los que con el mero sonido de la lata abriéndose se le hace la boca agua? Pues debes saber que ir de lateo también tiene su ciencia y sus normas. Son preceptos que, como amante y, por tanto, embajador del lateo has de predicar allá donde tu espíritu foodie te lleve:
Amarás las conservas por encima de todo. No habrá para ti mayor satisfacción que la de un buen lateo en compañía (o a solas, claro, si se trata de berberechos o almejas al natural). Ni imagen más perfecta que la de una lata recién abierta ofreciéndote las bondades del auténtico sabor del mar. Idolatrarás especialmente las conservas que lleven un sello gourmet.
1. No abrirás una lata en vano: desperdiciar una conserva premium con un comensal que no la sabe apreciar o abrirla en un momento en el que no se va a poder degustar en todo su esplendor es pecado.
2. Santificarás el lateo: incluso por encima de otras modas culinarias ajenas como el sushi o la cocina nikkei. Ensalzarás las bondades de algo tan nuestro como la conserva ante los demás a la hora de elegir plan gastro. Y descubrirás con ellos los templos del lateo de obligada peregrinación.
3. No perderás de vista tu tenedor: practicarás aquello del tenedor y paso atrás, manteniendo siempre el contacto visual con tu cubierto y favoreciendo el libre tránsito de tenedores ajenos en aras de un lateo pacífico.
4. Honrarás a tus conservas: con un buen maridaje con vinos, cervezas y vermús a la altura, que puedan potenciar y acompañar el sabor que encierran las conservas gourmet. No profanarás tu lateo con refrescos o bebidas que no combinen adecuadamente con los manjares que vas a degustar.
5. No compartirás con difamadores: al equiparar la lata de atún del supermercado con la categoría de una auténtica conserva premium. Sé comprensivo, ellos son más de comida rápida y sopa de sobre.
6. Servirás con ceremonia: bien la lata sobre un plato vistoso cuando quieras apreciar el sabor de su contenido al natural, o bien en una receta suculenta emplatada siempre con esmero. Es tu elección.
7. Aprovecharás el líquido: especialmente cuando se trate de aceite de oliva, ya que sería un crimen desperdiciarlo. Ya sea para mojar pan, como aliño, para elaborar un fumé o dar sabor a una salsa (como la mayonesa con aceite de atún).
8. No robarás de la lata de otro: porque sabes que no está bien visto quedarte con la lata de otro cuando ya acabaste de comer la tuya. Asúmelo, ya que en esto hay consenso general.
9. No te esconderás para no compartir: salvo las variedades citadas, que se consideran eximentes de toda culpa. La clave del buen lateo es compartir sobre la mesa o a pie de barra las preciadas delicias contenidas en esas delicadas conservas.
10. No codiciarás las latas ajenas: cuando la que estás comiendo se quede vacía piensa que todo lo bueno se acaba. Aunque siempre puedes sugerir otra ronda de lateo o pedirte una conserva para ti solo y saciar así tus antonjos conserveros.
Así pues, y teniendo en cuenta el origen histórico de nuestra idolatrada lata, podríamos asegurar que ahora mismo no hay nada más vintage en el mundo gastro que el lateo. ¿Y hay algo que le pueda gustar más a un foodie de nuestros días que la estética retro? Lo dicho: ir de tapeo está muy visto. Ahora salir de latas es lo más cool. Ahora lo que se lleva es el lateo.